Silencio…
El silencio puede ser una maldición. Por mucho tiempo pensé que era una bendición, pero estaba equivocado. Quería ser una buena persona. No quería involucrarme en problemas.
Mis padres estaban felices conmigo porque mientras crecía, nunca les causé disgustos. Solamente se preocupaban porque yo era muy tranquilo.
Sí, era un solitario. Prefería pasar el tiempo en los campos, disfrutando de la maravillosa belleza de la naturaleza, compartiendo mis pensamientos con los animales, y trabajando el campo.
Era gentil, correcto, generoso, pero distante. No quería involucrarme en la montaña rusa de emociones que generan las amistades cercanas.
El trabajo era mi vida. Nunca le hice daño a nadie. Fui un buen hijo, un buen esposo, un buen padre, pero de pocas palabras con todos. La vida era buena en mi pequeña familia.
El resto del mundo estaba en caos, pero me la arreglaba para sobrevivir sin interferir con la manera de ser de los demás.
Pero un día escuché la voz. Llenó mi cabeza como un trueno, llamándome por mi nombre. Primero pensé que era mi imaginación, pero las palabras continuaban llegando una tras otra tras otra.
Presté atención; me dijo que estaba cansado de la humanidad y que iba a destruir toda la creación y comenzar de nuevo.
Dijo que yo había encontrado favor ante sus ojos y que quería decirme lo que tenía que hacer para sobrevivir y para servir de fundamento para un nuevo mundo. Como siempre, acepté las órdenes en silencio. Sin preguntas, sin argumentos, sin “por qué yo?”
Imagínate, qué iba a hacer? Estaba temblando pero presté mucha atención a sus palabras. Me pidió que construyera un arca, un tipo de barco, justo ahí, donde no había ningún mar alrededor, porque una gran inundación eliminaría a la humanidad de la faz de la tierra.
Me dio instrucciones específicas de diseño y dimensiones así como el detalle de los materiales que debía utilizar. También me dijo que tenía 120 años para construirla.
La gente pensó que me había vuelto loco. Caminaban alrededor haciendo preguntas solo para reírse en mi cara. Me veían cortando la madera, trabajando en los pisos, las divisiones, el techo…. hacían bromas, miraban al cielo y me herían con sus palabras. De nuevo permanecí en silencio. Yo sabía que el Creador quería que yo construyera el arca y eso era lo único que me interesaba.
El tiempo voló y el arca estaba terminada. Entonces la Voz regresó a mi cabeza y me dijo que me preparara para hospedar adentro todo tipo de animales. Pájaros, mamíferos, reptiles, bestias salvajes… todo tipo de criaturas llegaron a buscar un espacio en el arca, y mientras yo trataba de organizarlos, también tenía que encontrar suficiente comida para alimentarlos. Estaba muy ocupado.
Si normalmente era una persona silenciosa, en ese momento lo fui aún más. No tenía tiempo que perder con parloteos innecesarios. Para qué? Aún cuando la gente estaba viendo a los animales entrar al arca, nadie creía que D-s tuviera que ver con eso o que fuera a darse la inundación.
Finalmente llegó el día esperado. Mis hijos y sus esposas así como mi esposa y yo, entramos al arca. Y comenzó a llover.
Las puertas del cielo y de la tierra se abrieron. Nunca pensé que podia haber tanta agua! Pero no tenía tiempo para distraerme con mis pensamientos. Tenía miles de animales que alimentar y situaciones constantes que resolver. Afortunadamente, mi familia me ayudaba.
Sí, vi como se ahogaba la humanidad. Sí, era muy doloroso ver los cuerpos sin vida flotando alrededor. Comencé a pensar que tal vez si hubiera hablado más con ellos, si las palabras hubieran salido de mi boca con facilidad y dulzura, tal vez algunos de ellos pudieran haber estado con nosotros en el arca. Pero D-s me hizo un encargo y yo lo cumplí. No era eso más que suficiente?
Tras muchos meses, las aguas bajaron y pudimos salir del arca. La vista era deprimente, la tierra estaba desolada. Aunque antes no había tenido amigos, el vacío enorme de toda la tierra era aterrador. Para liberarme de esas emociones, planté una viña. Los frutos eran hermosos y fabriqué un vino delicioso.
Sí, bebí demasiado El vino hizo que me sintiera feliz y actué como un tonto. Perdí mis sentidos y mi dignidad. Solo quería sentirme libre, era eso algo tan malo?
Cuando mi cabeza estuvo fresca de nuevo, las palabras fluyeron de mi boca con facilidad y dolor por primera y última vez en mi vida. Tuve que bendecir a dos de mis hijos y maledecir a otro de ellos y a mi nieto. Y entonces, nunca más hablé, hasta hoy.
Hoy quiero decirte que necesitas hablar.
No te escondas en la comodidad del silencio. La humanidad merece el regalo de tus palabras.
No tengas miedo de tomar partido por los que es ético; de luchar por lo que es correcto, de enseñar valores y despertar las almas de aquellos que como yo, se ocultan detrás de las cortinas del silencio.
Créeme. Este tipo de silencio es una maldición.
Rabina Ileanah Carazo
Nóaj – 5781 – 2020