Un nombre… Un espejo
En la tradición judía, los nombres están cargados de poder. Ellos hablan de las características profundas de la persona. Varios de los nombres de los personajes de la Torá fueron cambiados en momentos específicos de sus vidas, como es el caso de Abraham, Sará, Joshua… y por supuesto Yaakov. Pero lo que hace este evento diferente en la vida de Yaakov, es que su nombre fue cambiado dos veces.
Sí, la primera vez fue después de haber luchado con el hombre o ángel que se le apareció mientras estaba a solas a la orilla del río Yabbok y lo bendijo tras la contienda (Gen. 32:29). Y la segunda vez fue cuando D-s mismo le cambió el nombre algún tiempo después (Gen. 35:10). Extraño, ¿verdad?
Los eruditos modernos nos dicen que estos versículos reflejan dos narrativas diferentes del mismo evento, que se condensaron durante la canonización del texto bíblico. Pero como la Torá es como un diamante con múltiples facetas, podemos encontrar otras explicaciones, basadas en el relato mismo del texto.
Veamos con detenimiento a la relación de Yaakov con D-s. Cuando dejó la casa de sus padres huyendo de Esav, él tuvo un sueño increíble; vio una escalera que subía al cielo, y escuchó la voz de D-s hablándole. Al despertar, estaba profundamente conmovido, pero en vez de dar gracias a D-s por la experiencia, ¿qué hizo? Estableció una serie de condiciones, que si se cumplían, le darían suficientes razones para prometer una entrega total a D-s. ¡Qué diferente la respuesta que dan Abraham y Yaakov al escuchar la voz de D-s! ¿Recuerdas? D-s le dice a Abraham que se vaya de la casa de sus padres y él obedece, aún sin saber hacia adónde va. Yaakov es diferente. El necesita pruebas, certezas, seguridad.
Yaakov pasa 20 años con Labán, trabajando con los rebaños, construyendo una familia, lidiando con el abuso y la hipocresía de su suegro. También sabemos por el texto que Labán adoraba a otros dioses. Estos años ayudaron a Yaakov a terminar de definir su carácter, pero también, sin la influencia de su padre Yitzjak y su madre Rivká, la parte espiritual de su vida estaba probablemente diluída entre garantizar un medio de vida y su familia. Claro, hasta que escucha la voz de D-s una vez más, diciéndole que es tiempo de regresar a casa.
En este momento, él llama a sus esposas para discutir el tema, pero en vez de decirles que D-s habló con él, les dice que un ángel se le apareció y le ordenó regresar. Es obvio que aún está luchando con la idea de cómo concebir y procesar a este D-s, que está cumpliendo sus promesas, pero es invisible, intangible, difícil de comprender para la mente humana.
Más adelante, cuando Yaakov está a punto de encontrarse con Esav, tiene miedo de las consecuencias, aunque sabe que no puede posponer más la confrontación. Pero hay otro encuentro que tampoco puede evitar, el encuentro consigo mismo para una seria revisión de su fe. El aún tiene muchas preguntas, muchas dudas.
Esa noche, a la orilla del río Yabok, un hombre se le aparece y el enfrentamiento comienza. Ellos luchan toda la noche y al final, tras algunos daños físicos, el hombre o ángel lo bendice cambiándole el nombre de Yaakov por el de Israel, diciendo: “ “Yaakov ya no se dirá que es más tu nombre, sino Israel, porque has luchado con la divinidad y con el hombre, y has prevalecido.”(Gen. 32:29).
Este encuentro brinda a Yaakov un claro mensaje acerca del proceso de su transformación interior, pero aún permanece en él algo de duda. Es obvio que Yaakov es un hombre de nuestra época, que necesita confirmación y certeza. Por eso es que él ve este encuentro como una lucha con un hombre o con un ángel, en vez de admitir abiertamente haber tenido una interacción directa con D-s. Pero todo esto va a cambiar ya en la Tierra Prometida, cuando escucha de nuevo la voz de D-s quien le ordena ir a cumplir su parte del pacto realizado muchos años atrás, y construir un altar en el mismo lugar donde tuvieron el primer encuentro.
Es en este momento y solo en este momento, cuando Yaakov hace un compromiso de entregarse abiertamente al D-s de Abraham y de Yitzjak. Leemos: “Y dijo Yaakov a su familia y a todos los que estaban con el: ‘Desháganse de todos los dioses foráneos que hay entre ustedes..’ ” (Gen. 35:2). Ahora está lleno de fe, coraje y gratitud. Había obtenido todas las pruebas que necesitaba y finalmente estaba listo para permitirse aceptar con total convicción, la responsabilidad de trasmitir el legado de su padre y su abuelo.
En ese mismo lugar donde había tenido el sueño, D-s cambia su nombre una vez más y reafirma la promesa hecha a Abraham y a Yitzjak de hacer de su descendencia una congregación de naciones y de entregarles la tierra.
Definitivamente, Yaakov es el patriarca que mejor representa nuestras luchas personales, nuestros cuestionamientos, nuestra naturaleza dual.
Por eso hoy pido que nosotros, como Yaakov, tengamos el coraje de aceptar nuestras dudas, de luchar con nuestras preguntas y nunca abandonar ese deseo de percibir profundamente la esencia de la eternidad en nosotros y en todo lo que nos rodea. Y que podamos decir con profunda convicción: Am Israel Jai, Od Avinu Jai!
¡Shabbat Shalom!
Rabina Ileanah Carazo
Vayishlaj 5781 – 2020